El mindfulness o consciencia plena está en boca de todos. Como terapeuta cognitivo conductual, al principio de mi formación, busqué todo tipo de teorías, técnicas y herramientas que pudieran ayudarme con mis pacientes. Esta sed de conocimiento me llevó a conocer la consciencia plena. ¿Pero qué es? Es una herramienta, una filosofía, incluso una aplicación para el celular con servicio de pago (me pregunto qué pensarían los fundadores de esta filosofía si supieran que, de alguna manera, logramos capitalizar estas enseñanzas). Pues bien, en el artículo del día de hoy toca explicar estos conceptos milenarios que nos ayudarán a obtener una mejor calidad de vida, entrar en contacto con nuestras emociones y aprender de ellas.
Mindfulness o consciencia plena. El término es variable, pero tanto en inglés como en español me agradan los significados que abarcan. Mind, mente. Fulness, saciedad. Saciedad de mente, sería la traducción literal al español. Consciencia plena, me gusta más, puesto que nos lleva literalmente a dos significados; consciencia, que es un estado mental, así como plenitud, que es el objetivo más importante de la filosofía.
Ahora, he estado hablando indistinguiblemente de todos los conceptos, pero por practicidad didáctica, tengo que separarlos en sus componentes, aunque en la realidad no lo estén.
Aceptación. Incluye tres significados. El primero de ellos es dejar fluir. Dejar fluir a su vez significa no tratar de cambiar o controlar las cosas que están más allá de nuestras posibilidades. Cuando dejamos fluir, aceptamos la realidad tal cuál es, en lugar de aferrarnos a que sea como nosotros suponemos que debe de ser. Esto es particularmente útil para manejar nuestras emociones, ya que es el ejemplo más sencillo de que no podemos controlar una gran cantidad de situaciones en la vida.
El segundo significado nos atañe en cuanto a la resistencia. La resistencia es tanto física como mental y es, básicamente, todos nuestros esfuerzos físicos y mentales por tratar de luchar, evitar o no sufrir las consecuencias tanto de nuestros actos como de las situaciones que vivimos. Un ejemplo muy sencillo nos remonta a cuando vamos a recibir una inyección. Aunque vayamos voluntariamente a que nos vacunen, cuando vamos a recibir la inyección o, muy a menudo incluso cuando todavía ni siquiera están preparando la aguja, nuestra mente y cuerpo se tensan previamente a recibir el piquete. Eso, es resistencia.
El tercer significado de aceptación es no juzgar. Juzgar es un estado mental y una conducta, criticamos y concluimos que las cosas son diferentes de cómo deberían de ser. Juzgar es una acción estéril dado a que solo funciona a posteriori, o sea una vez que el pasado está en el pasado. Juzgar nos lleva a la frustración, a la negación y básicamente a empeorar nuestro estado mental y emocional. Cuando aprendemos a aceptar, veremos que las cosas no tienen ni categorías ni pueden ser juzgadas, no son peores ni malas ni mejores, simplemente son cosas que ocurrieron por consecuencias casi siempre lógicas. No le ponemos una capa extra que nos estresa e impide avanzar en nuestras vidas.
La aceptación forma parte de la filosofía de la consciencia plena, es una parte fundamental. Por mucho que intentemos meditar o tratar de estar en paz, no lo lograremos si no dejamos entrar esta filosofía en nuestras vidas y sobre todo también ser congruentes con la misma. Si creemos en lo que estamos predicando, entonces tenemos que seguir los preceptos e intentar dejar fluir, no juzgar, no controlar ni resistirnos ante las cosas o situaciones que están fuera de nuestro alcance.
Por último, es importante que recuerden que las filosofías, preceptos y conceptos son ideales. No podemos pretender alcanzarlos sino solamente intentar seguirlos.
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