La naturaleza misma del pánico es una respuesta exagerada hacia una situación poco peligrosa y, las más de las veces, exagerada. ¿Cuántas veces y cuántas personas he atendido por ataques y trastorno de pánico? La verdad es que no llevo la cuenta, pero sí podría decir que es una de las causas más comunes por las que los pacientes me buscan. Usualmente llevan dos o tres terapeutas que simplemente no pudieron ayudarles y también es común que tengan alguna forma de dependencia hacia benzodiacepinas o se hayan comprado el cuento de que forzosamente necesitan de un antidepresivo para poder vivir sus vidas. Escribo esto para las personas que contemplan o de plano ya están tomando como absolutamente verdadera la respuesta del Profesor Cocoon: ¿Deben entregarse al pánico? Por supuesto que no. (Aunque sabemos que el profesor dice que sí).
Quedarse en casa, lavarse las manos, no llevarse las manos a la cara y ojos, distanciarnos socialmente, proteger a los demás si tenemos síntomas y llevar cubrebocas, no acudir en pánico a los primeros signos de una gripa… todas estas medidas funcionan. No se me ocurrieron ciertamente a mí, sino a los médicos, epidemiólogos e investigadores que están tratando de encontrar una solución más permanente. Todas estas medidas funcionan. Tenemos que hacer caso a lo que las autoridades (internacionales, porque las nuestras están sobrepasadas) tratan de decirnos. Es importante cuidarnos los unos a los otros y de verdad tratar de reducir al máximo nuestra actividad en lugares concurridos.
Pero no es momento para el pánico. No es momento para pensar que es el fin de los tiempos. No es momento para compras excesivas de víveres y papel higiénico. No es momento para esparcir miedo, no es momento para saquear tiendas, para elevar el costo del gel antibacterial ni de acumular latas para sobrevivir el apocalipsis.
El pánico no es la solución, ni la difusión del miedo. El miedo es una herramienta de doble filo. Muchos pueden pensar que provocar miedo crearía las circunstancias adecuadas para lograr el distanciamiento social, pero de hecho no lo es. El miedo y el pánico sacan lo más irracional de nuestra mente y hacen que tomemos las peores decisiones posibles.
El miedo es una herramienta evolutiva que prácticamente todos los animales tenemos. A pesar de que nuestra amígdala es la responsable del primer procesamiento de este sistema de alarma que tenemos integrado, por supuesto que tiene conexiones con el resto de nuestro cerebro y nuestra mente es un atajo de ideas, experiencias previas y sensaciones físicas que, ligadas a nuestros patrones de conducta, sacarán de nosotros, seguramente, la peor de las reacciones posibles. El “enemigo”, un virus que no tiene consciencia de sí mismo, no es un depredador del que podamos luchar con nuestro clásico repertorio de conductas. Nuestra respuesta lucha/huida no funciona porque es un enemigo invisible, un enemigo que no podemos detectar más que con información y con precauciones que no hacen mucho sentido en nuestra mente. Necesitamos pensar y actuar en consecuencia, no reaccionar. Las reacciones automáticas de las personas pueden ser muy variadas, como hemos visto hasta ahora: unos deciden que no existe el peligro, otros deciden ir de fiesta, hay quienes deciden encerrarse, otros deciden salir a trabajar. ¿Y la información? ¿Y las precauciones? ¿Y la simulación?
Los humanos no soportan un periodo de miedo prolongado, porque se vuelve ansiedad. No estamos ni preparados ni listos para vivir con ansiedad. Si así fuera, yo creo que ni siquiera tendría pacientes. O muy pero muy pocos. Las personas solamente pueden vivir con ansiedad por un periodo de tiempo. La gente que no genera algún trastorno de ansiedad termina por cansarse. El miedo se estandariza. Una vez que viviste el miedo una y otra vez, terminamos por acostumbrarnos. Yo soy una fiel prueba de ello. La primera película que vi de terror me dejó marcado a lo largo de un par de meses. Cuando la vi completa le perdí el miedo. Luego me volví asiduo a las películas de terror hasta que se convirtió en uno de mis géneros favoritos. Ahora me dan risa la mayoría de las películas de este género. Es rara la que me impacta o me llega verdaderamente a gustar. ¿Qué va a pasar con la gente que empiece a desensibilizarse ante el miedo del contagio? Les va a dejar de importar.
Resumo: El pánico y el miedo no es la solución. Las personas se van a acostumbrar y van a querer hacer su vida como si el virus no existiera. La semana pasada vi las calles desiertas. Esta semana de lunes a jueves vi las calles con pocas personas. Ayer, sin embargo, parecía cualquier otro día. Puede ser solamente mi percepción o puede ser que me tocó una excepción a la regla…
Los mexicanos son inmunes al miedo. México concluyó su segundo bimestre con 5 mil 751 homicidios, entre dolosos y feminicidios. 98 asesinatos diarios. ¿No son cifras espeluznantes? Pues al parecer no. Nos hemos desensibilizado. Casi seis mil asesinatos no son suficientes para paralizar nuestro país. Pero menos de mil contagiados sí. ¿Pero por cuánto tiempo? Los mexicanos estamos totalmente desensibilizados ante la muerte. Ahora recién comienza una nueva amenaza contraemos pánico. Salimos en las primeras semanas a buscar papel higiénico por montones, armados de guantes y cubrebocas a comprar víveres por la posibilidad de contagio.
Si casi 6 mil personas hubieran muerto por este virus, pero no se le hubiera dado la cobertura mediática que tenemos, si hubieran sido muertes silenciosas, ¿Estaríamos en pánico? Por supuesto que no. La presencia mediática, en términos psicológicos, se vuelve un evento percibido, una manera en la cuál nuestra mente pone atención a un potencial evento catastrófico, lo vuelve real y entonces comienza a temerle. Esto sucede en segundos. Lo peligroso es lo percibido, y lo percibido se vuelve un símbolo. El verdadero peligro que yo he sospechado (puedo equivocarme) es el colapso de nuestro sistema de salud (o más bien la pantalla que tenemos que dicen que es un sistema de salud). Los muertos no ocupan camas de hospital. ¿Cómo es posible que 6 mil personas mueran y solamente hagamos un par de marchas, mientras que el país se paraliza por menos de una docena de decesos? Algo está mal en nuestra percepción.
El pánico no es la solución, ni vivir con ansiedad. El razonamiento lo es. Miedo, pero racional. Esa es la solución. El problema, claro, es que no somos racionales. Pero podemos: A educarnos y a cuidarnos los unos a los otros, es la única reflexión que me queda.
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