Llevo casi 14 años aplicando la terapia cognitivo-conductual para tratar diversos trastornos, y sin duda, la ansiedad continúa siendo el principal motivo de consulta entre mis pacientes. Ha sido una experiencia increíble poder ayudar a tantas personas que sufren de este mal. La ansiedad no solo afecta la calidad de vida, sino que también puede generar malestares físicos y obstaculizar oportunidades. Además, muchas historias reales de terror se han derivado de la ansiedad, desde diagnósticos inadecuados hasta tratamientos innecesarios con medicamentos. En algún momento, me gustaría compartir estas experiencias, pero por ahora, prefiero enfocarme en cómo abordar la ansiedad, y sobre todo, en el papel fundamental que juegan las técnicas de exposición.
Existen diversos trastornos de ansiedad, como el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico y el trastorno de ansiedad generalizada, pero todos comparten características similares: pensamientos catastróficos, un miedo abrumador y comportamientos asociados. Como especialista en terapia cognitivo-conductual, reconozco la importancia crucial del pensamiento y la conducta en el tratamiento de estos trastornos. Sin embargo, en mi experiencia, son los cambios en la conducta los que realmente transforman la vida de los pacientes.
Permítanme ilustrar esto con un caso: Juan (nombre ficticio para proteger su privacidad). Juan buscó ayuda debido a pensamientos intrusivos sobre dañar a su hijo menor. Siempre llevaba consigo una navaja suiza multiusos, que solía serle útil en su vida diaria. Sin embargo, un día, tuvo un pensamiento intrusivo en el que visualizaba lastimar a su hijo con la navaja.
Este pensamiento lo horrorizó por completo y afectó gravemente su calidad de vida. Dejó de querer trabajar, tenía miedo de salir a la calle y evitaba acercarse a su hijo por temor a lastimarlo. Guardó la navaja en lo más profundo de su caja de herramientas.
Aunque le proporcioné herramientas emocionales y estrategias para cambiar sus pensamientos, le asigné una tarea adicional que, para mi sorpresa, comenzó casi de inmediato. Esto no es común, ya que generalmente los pacientes tardan en realizar tareas conductuales. Sin embargo, Juan decidió enfrentar sus miedos directamente: volvió a trabajar, llevó consigo la navaja como de costumbre y se acercó a su hijo, retomando la afectuosidad con él.
Juan comprendió la naturaleza de sus pensamientos y se dio cuenta de que, al aceptarlos simplemente como imágenes mentales y enfrentarse a sus miedos, pudo recuperarse notablemente rápido.
Pero, ¿qué son exactamente las técnicas de exposición?
Se trata de enfrentar los miedos, identificarlos e incluso desafiarlos. En el caso de Juan, las conductas clave que lo ayudaron fueron volver al trabajo, salir a la calle, acercarse a su hijo y llevar la navaja como siempre. Sin estos cambios, su recuperación habría sido poco probable. En resumen, la exposición implica confrontar y desafiar los miedos.
Sin embargo, debo advertir que la mejor manera de realizar la exposición es bajo la supervisión de un terapeuta. A menudo, cuando enfrentamos un trastorno de ansiedad, intentamos realizar la exposición por nuestra cuenta, pero si no se lleva a cabo correctamente, puede empeorar la situación y desanimarnos. Una analogía clara sería que, si tenemos sarro en los dientes, podríamos intentar mantener una buena higiene bucal, pero un dentista puede realizar una limpieza profunda que nosotros no podríamos lograr por nuestra cuenta.
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